Lucía, la vendedora de ilusiones – Parte V

Lucía, la vendedora de ilusiones - Parte V
Lucía, la vendedora de ilusiones – Parte V

Se conocieron cuando Lucía solicitó un pedido a un nuevo proveedor que le ofrecía mejores precios para su tienda. Gustavo López Mendieta era su nombre.

Lucía siempre fue una mujer muy seria con las personas que llegaban a su tienda. Muy fríos y calculados fueron los primeros encuentros entre Gustavo y Lucía. Las palabras que se cruzaban siempre fueron relacionados con sus compras.

Don Gustavo, necesito que traiga este pedido para el próximo jueves – Le indicaba Lucía.

Con mucho gusto doña Lucía, qué más necesita – le respondía Gustavo.

Nada más señor, espero que no se me atrasen con mis cositas como la vez pasada – Le reclamó Lucía.

Se me cae la cara de vergüenza con usted – Respondió muy apenado Gustado-  tuvimos un problema grave con el camioncito de las entregas, pero tranquila que se lo compensaré en la siguiente entrega.

Sin embargo, con el paso de unos meses, se fue abriendo una puerta de confianza entre los dos. Ya se daban la libertad para hablar de otros temas, poco a poco se fueron conviertiendo en buenos amigos.

Madre, ese señor porqué te habla tanto – Le preguntaba Luisito a Lucía, con tono celoso.

Es un amigo mi niño – Le replicaba Lucía con tono desenfadado.

No me gusta que hables tanto con él, no pones cuidado a lo que a veces necesito Madre – Otra vez reclamaba Luisito.

Hijo, así como tú tienes tus amigos y amigas, aquí en el barrio y en el colegio, yo también tengo derecho de tener amistades, así que por favor no empecemos con esos reclamos – Le dijo con tono enérgico Lucía.

Bueno madre – Contestó Luisito con la cabeza agachada al recibir el regaño de su madre.

Y no sólo fue Luisito el único que sentía ciertos resquemores con Gustavo, Marcela también preguntaba inquisidoramente por su amigo.

Ma, desde cuando eres amiga con este señor … Le decía Marcela a Lucía, mientras miraba hacia arriba tratando de recordar el nombre del hombre.

Gustavo – Dijo Lucía completando la frase de Marcela.

Sí, desde cuándo eres amiga de Gustavo Ma – Terminó de preguntar Marcela.

Desde hace unos cuatro meses no más mija – Le repondió Lucía.

Y Gustavo es solo vendedor o es dueño de algún almacen ? – Le volvió a consultar Marcela.

El es vendedor de Abarrotes María, nos trae mercancía como cada 3 semanas  – Le indicó Lucía.

Ah ya Madre, hummm… pero ustedes tienen algo más? Le dijo Marcela a Lucía, con un tono pícaro.

No, mija, sólo somos buenos amigos – Respondió Lucía – El es una muy bella persona, hemos simpatizado bastante, tiene dos hijos de su primer matrimonio, y ahora es divorciado.

Ten mucho cuidado Ma, los hombres pueden ser muy amables mientras coquetean con uno, y luego muestran su verdadera cara de crueldad – Le advirtió Marcela.

No tienes que advertírmelo – Le respondió inmediatamente Lucía-  soy mucho más vieja que tú para saberlo, por ahora nos entendemos bien, a donde lleguemos el tiempo lo dirá.

Marcela asintió con cierto desdén en su mirada, mientras Lucía tomaba camino presuroso para continuar atendiendo su tienda.

Gustavo era un hombre divorciado, padre de dos hijos varones. Su matrimonio se vino al traste cuando se enteró que su esposa lo estaba engañando con otra mujer.

Trabajaba desde que tenía memoria, desde muy niño se interesó en comerciar con lo que tuviera a la mano. En la escuela vendía chocolatinas para poder comprar los zapatos deportivos para las clases de educación física.

Más tarde, Gustavo ponía su primer negocio de maquetas para chicos del colegio. Cuando para la feria de la ciencia, o cualquier otro evento, los alumnos de su colegio necesitaban armar modelos de volcanes, ascensores, canchas en miniatura, y hasta disecar animales; ahí estaba Gustavo para montar tan tediosos artilugios. Siempre le gustaron las artes manuales, el trabajo con materiales, crear cosas a partir de lo que tuviera a mano. Por eso hacer maquetas, como su primer negocio, más o menos lucrativo, no le ofrecía ningún tipo de esfuerzo.

Ese espíritu de emprendimiento era lo que más le gustaba a Lucía de Gustavo. Siempre tenía en mente una idea de negocio, un carro que comprar para vender depués y ganar algo, una mercancía que podría importar con la ayuda de un amigo de USA, que podría vender mientras visitaba a sus clientes. Era una persona muy inquieta, con grandes ilusiones en su vida, luchando siempre para salir adelante a pesar de las adversidades de la vida.

Con su forma de ser, poco a poco fue ganándose el aprecio de la familia. Las atenciones que no sólo tenía con Lucía, sino también con sus hijos, fueron abriéndole un espacio en el corazón de toda la familia.

Sin embargo, entrar de lleno en el corazón de Lucía se había convertido en una verdadera odisea. A pesar de su buena relación de amistad, ella siempre se había reusado a dar un paso más adelante.  En ocasiones no se sentía bien de establecer una nueva relación amorosa, porque sentía que su difunto esposo la observaba siéndole infiel.

Una noche mientras Lucía dormía, tuvo un sueño que le daría luces de los pasos que seguría de ahí en adelante.

Se encontraba en la casa de sus padres, visitando a sus anciana madre que se encontraban algo indispuesta, cuando de repente vio como entraba Gonzalo, su difunto esposo.

En el sueño, ella ya sabía que hace rato había fallecido, con lo que su corazón se llenó de emoción y asombro por esa rara aparición. Lo más extraño de ese sueño fueron los detalles que podía distinguir. Normalmente en sus sueños, las cosas, los sitios, las personas simpre fueron imágenes borrosas, más ideas de algo o alguien, pero nada distinguible.

Este sueño era diferente, podía observar con detalle las hojas de las plantas de su madre, con los colores amarillos y rojos de las rosas que cuidaba con tanto anhelo su padre. Podía distinguir el pasillo que llevaba de la sala a la cocina, con los detalles de cada cuadro, de las baldosas naranjas, del techo en madera.

Mientras trataba de salir del asombro, Gonzalo se acercó suavamente al oido de Lucía.

Mi amor, no te asustes, estaba cerca y pasé a saludarte –  Le susurró Gonzalo a Lucía.

Mi vida … te extraño tanto – Le decía Lucía en su mente – Porqué te me fuiste tan pronto.

Son las disposiciones del Señor, querida. – La consoló Gonzalo- No te preocupes que te estaré esperando.

No puedo dejar de pensar en ti – Le diría Lucia – Cada día siempre espero verte cruzar por esa puerta, como siempre lo hacías, con tu sonrisa siempre presente, aun cuando todo hubiera sido desastroso.

Yo estoy ahí, al lado tuyo y de mis hijos – Le dijo Gonzalo- Yo siempre estoy ahí para protegerlos y apoyarlos.

No me gusta verte sola, todavía tienes mucha vida por delante – Prosiguió Gonzalo- Tienes que darle la oportunidad a tu corazón para volver a amar.

No mi amor, tú fuiste mi primer y el gran amor de mi vida – Le inquirió Lucia – No quiero profanar el amor que siempre profesé por ti.

Mi vida, yo ya estoy en otro plano, aquí las cosas son diferentes – Le interrumpió Gonzalo- El hecho que rehagas tu vida, no quitará el amor que siempre nos unió.

En ese momento, Lucía despertó sobresaltada por el despertador, con lágrimas en sus ojos, y aun la voz de su esposo retumbando en su mente. Aquel día, no podría dejar de pensar en su sueño y en las palabras de su esposo que se habían quedado grabadas en su memoria.

Su mente y su corazón se debatían entre el amor que aun sentía por Gonzalo, y la naciente ilusión que empezaba a surgir con su amigo Gustavo.  Sólo los sucesos que vendrían, los detalles que vería en Gustavo, los que realmente le darían razones a Lucía para darse o no una oportunidad de volver a amar.

Parte I
Parte II
Parte III
Parte IV
Parte VI
Parte VII
 

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