Pérdida de Grado de Inversión: Qué significa para Colombia

El día de ayer se dio a conocer la calificación a la baja de la firma Standard & Poor’s a Colombia, quitándole el grado de inversión al país. Para qué sirve esta calificación? En qué afecta a la economía de Colombia?

Grado de Inversión Standard & Poor's
Grado de Inversión Standard & Poor’s

Qué es el grado de inversión y quiénes lo califican


Las calificadoras de riesgo crediticio son entidades que evalúan la economía de los países, su estabilidad fiscal, su crecimiento, sus gastos y sus ingresos, con el fin de generar un indicador, que le permita a las entidades financieras, y a inversionistas, conocer el grado de riesgo de pagos del país, y de esa forma puedan evaluar los costos de la deuda (intereses) y lo atractivo de la economía para la inversión.

Las firmas de riesgo crediticio más reconocidas a nivel mundial son Standard & Poor’s, Fitch Ratings y Moody’s.

Con base a los indicadores de las centrales de riesgo, los países son divididos en dos grandes grupos: los de grado de inversión y los de grado especulativo. Por ejemplo Standard & Poor’s tiene estas calificaciones de menor a mayor:

Grado especulativo:

C-,C, C+, CC-, CC, CC+, CCC-, CCC, CCC+, B-, B, B+, BB-, BB y BB+

Grado de Inversión:

BBB, BBB+, A-, A, A+, AA-, AA, AA+. y del AAA.


El caso de Colombia


Desde los años 90, la economía de Colombia ha sido evaluada por las agencias de rating, pasando de grado especulativo a grado de inversión y viceversa en varias oportunidades.

Colombia venía de ser calificada en grado de inversión BBB-, pasando a grado especulativo BB+ por S&P el día de ayer. Lo que significa que hay menos confianza en la solidez de la economía colombiana, en cuanto a su recuperación y a su capacidad de pago de su deuda pública.

Esta pérdida de confianza indica que el acceso al crédito externo se vuelve más complicado y costoso para el gobierno colombiano, que tiene que buscar por lo tanto, mayores recursos para cubrir un mayor gasto de la deuda. Todo esto se traduce en un aumento del déficit de la economía, la imposibilidad de aumentar el gasto e inversión social, cumplir con los pagos de la deuda y sostener los costos de la burocracia estatal.

Ahora bien, esta problemática no es un caso aislado para Colombia, en Latinoamérica ya se encuentran en la misma situación países como Ecuador, Brasil, Bolivia, Venezuela, Guatemala, Paraguay, Panamá y Costa Rica; naciones con economías fuertemente golpeados por la pandemia de Covid19, y con un descontento social en alza.

La caída de la reforma tributaria del gobierno Duque en el congreso, la precaria situación social y económica a causa de la pandemia, unido a una creciente deuda pública representada en subsidios a personas naturales y empresas, la compra de vacunas, la baja productividad en cuarentenas, el congelamiento de actividades comerciales y de transporte, las exenciones tributarias, el desvío de recursos y corrupción, entre otras tantas razones, llevaron a S&P a reducir su calificación para el estado colombiano.

Es un hecho que el gobierno colombiano debe tomar una serie de acciones que muestren su compromiso con sus acreedores, que al final lo que les interesa es que el estado pueda cumplir con sus pagos de deuda. De aquí surgen las fórmulas fiscales (mayores impuestos), pensionales (aumento de edad de retiro), ventas de activos del estado, reducción de la burocracia estatal, etc.

Sin embargo, todas estas medidas resultan muy impopulares con un desempleo al alza y con empresas quebradas. Es una encrucijada muy fuerte para el gobierno, porque ha perdido margen de maniobra, porque no ha podido concertar las medidas que urgen para la reactivación económica, llevando a una crispación cada vez más creciente de la población, que nota la anarquía, los paros, el vandalismo, el desabastecimiento y carestía.

Siendo realistas, todos debemos hacer un esfuerzo para lograr reactivar la economía, pero de ahí surge la necesidad de tapar los huecos por donde se derraman las finanzas del estado: los malos manejos, obras inconclusas, desviación de fondos, evasión de impuestos, fraudes, salarios y pensiones desorbitantes, demandas contra el estado; en fin, toda esa serie de actos de corrupción que nos han vuelto reacios a apoyar la financiación del estado, porque no es justo sacar más dinero del bolsillo, para que terminen en los bolsillo de unos pocos pillos, y el dinero no tenga una correcta destinación.

Según algunos estudios, sólo la corrupción logra desviar 50 billones de pesos al año, mucho más que lo que se puede lograr con una sola reforma tributaria. Así que con un estado que absorbe los recursos entre una creciente burocracia y una asolapada corrupción, no habrá jamás reformas que alcancen para cubrir un déficit financiero tan alto.

Es por eso que los paros no solo son una muestra del descontento popular por X o Y reforma, sino que es también fruto de un creciente rechazo por un gobierno que no cumple con los objetivos para los cuáles existe, que es hacer un uso y un manejo correcto e inteligente de las finanzas de todos, llevando prosperidad y oportunidades a cada uno de los ciudadanos de este país.

Tarde o temprano, Colombia logrará volver a alcanzar el grado de inversión, pasando tal vez raspado, siempre en la cuerda floja, porque de una u otra forma el gobierno encontrará la manera de tranquilizar a los norteamericanos; pero si no se logran reformas estructurales del aparato estatal, que lleve bienestar y productividad al grueso de la población, seguiremos siendo la misma república del tercer mundo, que no logra salir de su oscura cueva, por la miopía de los gobernantes que nos tocó. Si en otras latitudes, naciones en similares condiciones como Corea del Sur lo lograron, apostándole a la tecnología, no solo a la manufactura y a los comodities, porque Colombia no puede hacerlo si tiene los recursos humanos y físicos para hacerlo?

Una mayor apuesta a la ciencia y tecnología, al apoyo a los emprendedores, para que sus empresas tengan la oportunidad de crecer antes que los impuestos y las trabas de acceso al crédito las ahoguen, serán una mejor medida que estar pensando en financiar subsidios, que crean ciudadanos perezosos, conformes con las pocas migajas que lanza el estado, sin herramientas para producir por su propia cuenta, para crear sus propios emprendimientos, solo creando votantes futuros a partir de la pobreza.

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