La corrupción, un mal que carcome a Colombia desde su interior

No puede haber peor mal para un pueblo, que las personas elegidas para que los dirijan, para que manejen los recursos que entre todos ponemos para vivir mejor en comunidad y para que impartan justicia, se aprovechen de su condición para cometer bochornosos actos de corrupción.

Corrupcion en Colombia
Corrupción en Colombia

La corrupción en Colombia viene haciendo metástasis desde hace mucho tiempo. Sin embargo últimamente, este cáncer que termina siendo el padre de muchos otros males, pareciera que ha llegado a topes insuperables, donde los corruptos campean en cualquier organismo del estado, sin el menor pudor, sabiendo además, que la misma corrupción de la justicia les da para gozar de impunidad, para beneficiarse de su robo a la sociedad, blanqueando sus fortunas fruto del hambre de niños, de la desatención en salud, de la poca calidad de la educación.

Con gran razón los políticos se pelean a muerte por llegar a cargos públicos, no porque tengan grandes deseos de servir a la sociedad, sino porque saben que triplicaran sus fortunas sacando provecho de su posición del manejo de recursos públicos, favoreciendo familiares, ahijados políticos, recibiendo coimas por contratos que a veces ni se ejecutan, haciéndose de la vista gorda con injusticias más que probadas, aprovechándose de información privilegiada para hacer negocios, etc.

La corrupción es un mal de nunca acabar, porque los mismos que tienen el deber de velar por mantenerla a raya son corruptos, porque los mismos que deben impartir justicia a los corruptos son corruptos, porque quien vela por nuestra seguridad recibe plata por debajo de la mesa para no multarnos, y nosotros mismos nos prestamos para eso; porque la gente se sigue colando en transmilenio; porque los que legislan por dar penas ejemplares a los corruptos, son peor de corruptos.

Este mal no sólo hace parte de las empresas u organismos del estado. También se ve corrupción en la empresa privada, reflejando la cultura del atajo para conseguir negocios, de maquillar cifras para aparecer como los grandes vendedores, evadiendo impuestos con cualquier leguleyada que se pueda interpretar de los códigos tributarios, y en fin, una serie de prácticas que buscan el favorecimiento particular en detrimento del común.

Tal vez se necesite hacer un análisis más histórico, cultural y psicológico de nuestra naturaleza corrupta, de esa naturaleza que quiere irse por el camino más fácil, por la ruta más corta para obtener riquezas y reconocimiento, de querer todo para sí mismos, de perder la conciencia del daño que se hace con la corrupción, de la cantidad de inversiones sociales que se dejan de hacer, por solo tener un número abultado en una cuenta bancaria.

A veces los políticos, el congreso, la justicia, el ejecutivo, parecieran que le hacen un favor al pueblo con sus medidas, con el aumento del salario, con «las rebajas de impuestos», etc, pero se les olvida que ellos están ahí es para y por la sociedad, que fue el pueblo quien los eligió para que fueran sus líderes, para que manejara sus recursos, para que impartieran justicia. Deja de ser una democracia, para convertirse en un feudo medieval, donde los grandes señores reparten lo poco que les sobra, perpetuándose en el poder a nombre propio y el de sus familias.

Encontrar una solución a esta problemática es muy compleja, está tan arraigada la corrupción y el favorecimiento político y económico, que se necesitan cambios muy fuertes de rumbo. No podemos seguir eligiendo a los mismos políticos que se hacen de la vista gorda con la corrupción, que se aprovechan de la necesidad del pueblo para llegar al poder, que roban descaradamente los recursos públicos, que llegan a calentar puesto al congreso sin mérito propio.

Tal vez sea un sueño y una ilusión que no lleguemos a ver los colombianos mientras estemos vivos. Pero la esperanza de un cambio es lo último que se pierde. Algún día Colombia debe despertar y decir, no queremos más corrupción, quien se robe los dineros públicos debe ser castigado severamente, es un derecho propio como estado civilizado, pero que en nuestro letargo y pasividad, dejamos pasar en absoluta resignación, porque ya nada más podemos hacer, así es nuestro país, y lo único que podemos hacer es dejar que nos lleve la corriente.

La invitación es a votar a conciencia, a no dejarnos llevar por el caudillismo, las frases populistas y la publicidad paga de los mismos políticos de siempre. Busquemos a candidatos que puedan hacerle frente a este gran mal que nos sigue carcomiendo desde dentro, es una labor muy dura y peligrosa, pero por algo debe comenzar.

 

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